lunes, 17 de agosto de 2020

Sobre la comunión en la mano

 


Peter Kwasniewski 

En este tema de la comunión en la mano, ¿no se estará dejando de lado algunos puntos tan obvios como importantes? 

1. Las manos son más sucias que la boca. De otro modo, el Centre for Disease Control (CDC) [Centro para el control de la enfermedad] no estaría constantemente diciéndonos que no nos toquemos la cara. Rara vez las manos están limpias, razón por la cual tenemos que estar frecuentemente lavándolas. Nuestra boca está adentro de nosotros, por lo que no hay en ella más que lo que ya está en nuestro interior, no hay en ella nada de lo que está allá afuera en el mundo exterior, hasta que introducimos en ella alguna cosa. 

2. Además, la mano es símbolo del trabajo, en tanto que la boca es símbolo del habla, del pensamiento, del juicio y del amor. El Apocalipsis no dice que Jesús tenga una espada en la mano, sino que “De su boca sale una espada afilada” (19, 5). El Cantar de los Cantares no comienza “¡Tóqueme con sus manos!”, sino “¡Béseme con besos de su boca!”. 

3. Sobre la base en estas ideas surge el simbolismo de recibir en la boca respecto de tocar la hostia consagrada con la mano. Cuando a uno se le deposita comida en la mano, se trata de una distribución, y esa comida pasa a ser de propiedad de uno. Cuando, por el contrario, alguien nos alimenta en la boca, estamos en una situación pasiva: quien alimenta, da, y quien es alimentado, recibe, como en el caso de un niño pequeño y sus padres. Esta manera de alimentar conviene mejor a la alimentación divina, en que recibimos el Pan del cielo. 

4. Aunque en verdad todos los fieles, con el bautismo, participan del sacerdocio de Cristo, por el orden sagrado el sacerdote participa de dicho sacerdocio de un modo esencialmente diferente y más elevado, puesto que puede actuar “in persona Christi capitis”, en la persona de Cristo Cabeza de la Iglesia. Por eso es que corresponde que él se dé a sí mismo el alimento y que proceda, a continuación, a alimentar a los demás miembros de la Iglesia, tal como lo hizo Cristo con sus apóstoles en la Ultima Cena. 

5. Fue precisamente una internalización de estas verdades, hecha a través de muchos siglos, lo que, junto con muchísimas experiencias, tanto buenas como malas, movió a la Iglesia UNIVERSALMENTE a dar, en Oriente y en Occidente, la comunión exclusivamente en la boca. 

6. Por tanto, el abrupto retorno, en contra de esta milenaria tradición, a la comunión en la mano en la década de 1960, significó enviar un mensaje único: la Eucaristía y el sacerdocio no son, después de todo, cosas tan importantes. No hay que preocuparse de arrodillarse o inclinarse profundamente, no alterarse por estar siendo alimentados con el pan de los ángeles: se trata sólo de un símbolo de nuestra común pertenencia y de nuestra grandeza de bautizados. 

Se ha reemplazado un conjunto coherente de símbolos por otros que le son contrarios. ¿Es tan difícil darse cuenta de esto?

Cuando una imagen vale más que mil palabras