domingo, 27 de marzo de 2011

(II). UN RITO Y DOS FORMAS DE CELEBRAR



En materia litúrgica, el rito representa una tradición eclesiástica que indica la forma en que se deben celebrar los sacramentos. En la actualidad, la Iglesia Católica reconoce cuatro grandes ritos: el latino, el antioqueno, el bizantino y el alejandrino. En la casi totalidad de las Iglesias occidentales se utiliza el rito romano, que en sus orígenes era el uso propio de las ceremonias de la Iglesia de Roma. Su generalización fue obra del Concilio de Trento (1545-1563) y, en especial, de san Pío V. A través de la bula Quo Primum Tempore (1570), este Papa estableció que toda la Iglesia Católica latina debía adaptarse a los usos litúrgicos de la Iglesia de Roma, debidamente reformados y depurados, sin que se vieran afectados aquellos ritos particulares que tuvieran una vigencia probada de más de dos siglos (como, por ejemplo, el rito mozárabe en algunas diócesis españolas, el bracarense en la archidiócesis de Braga, el ambrosiano en la archidiócesis de Milán y ciertos ritos pertenecientes a órdenes religiosas).
El misal de san Pío V fue objeto de diversas adaptaciones durante los siglos siguientes y se mantuvo en vigor hasta el primer domingo de Adviento de 1970, fecha en que comenzó a regir el nuevo Misal Romano sancionado por Pablo VI. En algunas regiones, sin embargo, no pocos fieles se adhirieron y se siguen adhiriendo con mucho amor y afecto a las anteriores formas litúrgicas, que habían embebido tan profundamente su cultura y su espíritu. Como explica el Papa Benedicto XVI, «esto sucedió sobre todo porque en muchos lugares no se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del nuevo misal, sino que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una obligación a la creatividad, lo cual llevó a menudo a deformaciones de la liturgia al  límite de lo soportable».
Por esa razón, y teniendo en cuenta el derecho de los fieles a su propio rito, Juan Pablo II otorgó el indulto especial Quattuor Abhinc Annos (1984), mediante el cual concedió la facultad de usar bajo ciertas condiciones el Misal Romano editado por el beato Juan XXIII en 1962 y que constituye la última edición típica del Misal Romano promulgado originalmente por san Pío V. Más tarde, en 1988, con la carta apostólica Ecclesia Dei, Juan Pablo II exhortó a los obispos a utilizar amplia y generosamente esta facultad a favor de todos los fieles que lo solicitasen.
Después de largas reflexiones, múltiples consultas y de una intensa oración, el Papa Benedicto XVI decidió establecer el Misal Romano vigente hasta la reforma litúrgica de 1970 como forma extraordinaria del rito romano, que coexiste desde entonces con la forma ordinaria que se celebra conforme a la tercera edición típica del Misal promulgado por Pablo VI. Sin embargo, no cabe hablar de la existencia de dos redacciones del Misal Romano como si se tratase de dos ritos distintos, sino de un doble uso de un mismo y único rito. Esta autorización general para que cualquier sacerdote pueda celebrar la forma extraordinaria del rito romano sin necesidad de ningún otro permiso está contenida en el motu proprio Summorum Pontificum, de 7 de julio de 2007.
El Papa escribió también una carta dirigida a todos los obispos en la que explica las razones que lo llevaron a permitir que el rito romano pudiera celebrarse de dos formas distintas, recordando que el Misal Romano del beato Juan XXIII nunca fue abrogado ni derogado por acto alguno de la Sede Apostólica. En esa carta, el Papa explica que la forma extraordinaria no comporta en modo alguno un peligro para la reforma litúrgica querida por el Concilio Vaticano II, cuyas bases se hallan recogidas en la constitución Sacrosanctum Concilium. Incluso, «las dos formas del uso del rito romano pueden enriquecerse mutuamente: en el misal antiguo se podrán y deberán insertar nuevos santos y algunos de los nuevos prefacios»; tarea de revisión en la que hoy trabaja la Comisión Ecclesia Dei. Paralelamente, la influencia en «la celebración de la Misa según el misal de Pablo VI se podrá manifestar, en un modo más intenso (…), aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el uso antiguo».
En suma, como dice el Papa, «no hay ninguna contradicción entre una y otra edición delMissale Romanum. En la historia de la liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande, y no puede ser  súbitamente prohibido del todo o, más todavía, ser considerado perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y darles el justo puesto».

martes, 22 de marzo de 2011

Misa rito Antiguo en la ciudad de Santa Fe ( Argentina )


En la Iglesia de Ntra Señora del Santísimo Rosario ( 9 de julio y 3 de febrero ) se celebra de lunes a viernes a las 11.00 hs. Los Domingos y fiestas de guardar a las 11.15 hs. Consultas en los comentarios.

miércoles, 16 de marzo de 2011

(I). TIPOS DE MISA: REZADA Y CANTADA

En la forma extraordinaria hay dos clases de misas, atendiendo a la participación y solemnidad con que ésta se celebra: la misa rezada (también llamada misa leída o misa baja) y la misa cantada (in cantu).
En la misa rezada los fieles, si los hay, participan interiormente y con los adecuados gestos externos de reverencia hacia el sacrificio que se renueva sobre el altar. Se unen especialmente mediante la oración que el sacerdote eleva en nombre de toda la Iglesia  y, en la medida de lo posible, se unen también con oraciones o cantos. “El sacerdote que celebra, sobre todo cuando la iglesia es grande y numerosa la asistencia, debe decir en voz alta lo que, según las rúbricas, debe pronunciarse clara voce, de suerte que todos los fieles puedan seguir la acción sagrada cómoda y oportunamente” (Instrucción De musica sacra, 1958, § 34).
Cuando los fieles pueden responder adecuadamente a las oraciones del sacerdote nos encontramos con una modalidad de misa rezada que se llama misa dialogada, actualmente la más extendida y la más deseable. Como mínimo, la misa dialogada implica que los fieles contesten ordenadamente en latín las respuestas más fáciles (AmenEt cum spiritu tuo, etcétera) o aquellas que corresponden al que ayuda (oraciones al pie del altar, ConfiteorDomine non sum dignus). También es deseable que reciten con el sacerdote ciertas partes del Ordinario de la misa (Kyrie alternado, GloriaCredoSanctusPater nosterAgnus). Donde los fieles tengan mayor formación y los subsidios adecuados (por ejemplo, la ayuda de un misal), la misa dialogada puede llegar a su máxima expresión cuando todos rezan en voz alta con el sacerdote las antífonas que no son exclusivas de él (Introito, Gradual, Ofertorio y Comunión) y que son propias de cada misa.
Los fieles, o un coro, pueden intervenir también con algún canto devocional que no pertenezca al propio del día ni del ordinario de la misa. Es lo que se llama un motete, que puede ser cantado en latín o en lengua vernácula. Habrá que cuidar que los motetes, polifónicos o no, sean acordes al tiempo litúrgico y a la parte de la misa en que se interpreten.
Son adecuados, por ejemplo, acompañando la entrada (sin sustituir al Introito) o la salida del sacerdote, el ofertorio y la comunión. En principio, en las misas rezadas, incluida la dialogada, no se usa incienso.
La misa cantada o misa con canto (missa in cantu) es aquella en que el sacerdote canta, efectivamente, las partes de la misa que las rúbricas prevén que ha de cantar (Dominus vobiscumOremus, colecta, evangelio, prefacio, Pater noster, postcomunión). Cuando los que ayudan en la misa cantada no son ministros sagrados, sino simples monaguillos, nos hallamos ante la misa cantada en sentido estricto (missa cantata). Si la misa cantada está servida por ministros sagrados (diácono y subdiácono revestidos y que actúan como tales) se denominamisa solemne. Cuando la misa solemne está celebrada por un obispo, se denomina pontifical.
En general, en esta clase de misas el pueblo debería responder cantando los diálogos con el sacerdote. También puede cantar con el coro, o bien alternar con él, las partes previstas del ordinario de la misa (KyriesGloriaCredoSanctusSed libera nos…, Agnus Dei). El propio de la misa debe cantarse también, aunque sea interpretado por una sola o por pocas voces, con un semitonado o salmodiado sencillo.
Respetando estos cantos litúrgicos, que siempre son en latín, se pueden interpretar también otros motetes adecuados, por ejemplo, en la entrada, el ofertorio, la comunión o la salida. Nótese que el Pater noster, en las misas dialogadas, está previsto recitarlo con el sacerdote; pero en las misas cantadas, lo canta sólo el sacerdote y los demás se incorporan al final, diciendo Sed líbera nos a malo. En las misas cantadas está previsto que el canto recubra algunas de las oraciones del sacerdote que son más devocionales o que, precisamente por ser más sagradas, recita en silencio.
En las simples misas cantadas siempre se puede utilizar incienso, sin que sea preciso ninguna otra razón especial. En las demás misas con canto (misa solemne y pontifical), el incienso es preceptivo.
Después de la misa cantada (in cantu) nunca se recitan las oraciones finales prescritas por el Papa León XIII para las misas rezadas (preces leoninas). En las misas rezadas se pueden omitir estas oraciones cuando en la misa ha habido homilía, y también en las misas dialogadas que se celebran en domingo o en otro día festivo.
D. Eulalio Fiestas

sábado, 12 de marzo de 2011

Nuevos detalles de la instrucción para la aplicación del motu proprio


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El vaticanista Andrea Tornielli publica hoy en su blog este artículo con algunos detalles referentes a la próxima instrucción para la aplicación de Summorum Pontificum.También el sitio Messainlatino, uno de los primeros en informar sobre el documento, ha manifestado ahora que “la actual redacción de la Instrucción presenta también algunos aspectos positivos”, coincidiendo bastante con los señalados por Tornielli.
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Será publicada en las próximas semanas, probablemente a comienzos de abril, la instrucción de la Pontificia ComisiónEcclesia Dei – firmada por el cardenal Levada, por el secretario Guido Pozzo y aprobada por Benedicto XVI – que establece algunos criterios aplicativos del motu proprio Summorum Pontificum. Como se recordará, el motu proprio, promulgado por el Papa Ratzinger en el 2007, había autorizado la liberalización del antiguo misal y la posibilidad para varios grupos de fieles de pedir directamente a los párrocos la celebración de la Misa según el rito precedente a la reforma conciliar (con el misal romano de 1962, y no con los precedentes).

Es inútil ocultar que, frente a tantas aperturas y a un número creciente de celebraciones en el rito antiguo, ha habido también muchas reacciones de cerrazón y restricciones por parte de algunos obispos. La instrucción, en este momento en vía de traducción al latín y a las diversas lenguas (el texto de base está en italiano) es, por lo tanto, un documento importante. En las pasadas semanas, algunos sitios web y blogs vinculados al mundo llamado tradicionalista, o que de todos modos siguen con atención sus actividades, realizaron una serie de críticas preventivas al documento, sosteniendo que se trataría en realidad de una dilución de la voluntad papal. Por lo que he podido saber, esa interpretación no corresponde a la verdad. Por estos motivos.

En primer lugar, la instrucción con sus contenidos confirma que el motu proprio es ley universal de la Iglesia y que todos están obligados a aplicarla y a garantizar que sea aplicada. La instrucción afirma que debe ser asegurada la posibilidad de la celebración en el rito antiguo allí donde haya grupos de fieles que la pidan. En el texto no es precisado un número mínimo de fieles que deban constituir el grupo.

Se dice, en cambio, que es bueno – en acuerdo también con la exhortación post-sinodal sobre la Eucaristía – que los seminaristas estudien el latín y conozcan la celebración según la forma antigua. El “sacerdos idoneus” para la celebración con el misal preconciliar no es necesario que sea un hábil latinista, sino que sepa leer y entienda lo que lee y lo que está llamado a pronunciar durante el rito.

La Pontificia Comisión Ecclesia Dei, que desde hace dos años ha sido englobada en la Congregación para la Doctrina de la Fe, es constituida con la instrucción como el organismo llamado a dirimir las cuestiones y las controversias, juzgando en nombre del Papa.

Los obispos no deben ni pueden promulgar normas que restrinjan las facultades concedidas por el motu proprio o que cambien las condiciones. Están llamados, por el contrario, a aplicarlo.

Puede ser celebrado también el Triduo pascual en el rito preconciliar allí donde haya un grupo estable de fieles vinculados a la liturgia antigua. Los miembros de las órdenes religiosas pueden usar los misales con los respectivos ritos propios preconciliares.

El rito ambrosiano no es citado en la instrucción: el motu proprio, de hecho, se aplica sólo al rito romano (Ecclesia Dei no es competente sobre el rito ambrosiano, sobre el cual en cambio tiene jurisdicción la Congregación para el Culto Divino). Esto, sin embargo, no significa que el motu proprio, o mejor dicho, que la clara y explícita voluntad papal no será aplicada en la diócesis de Milán. Ha ocurrido siempre, con la reforma litúrgica, pero antes aún con los cambio introducidos en los ritos de la Semana Santa en 1954 por Pío XII, que el rito ambrosiano ha hecho propias las instancias y modificaciones, si bien en tiempos sucesivos. Es probable que – dada la evidente voluntad del Papa de hacer disponible para todos los fieles el rito antiguo, visto el marco jurídico precisado en el documento sobre la aplicación del motu proprio de inminente publicación, en consideración al hecho de que también el ambrosiano es un rito latino reformado en el post-concilio – pueda ser estudiado un documento análogo que extienda el Summorum Pontificuma la diócesis de Milán. 


Fuente: Sacri Palazzi 

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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jueves, 3 de marzo de 2011

Liturgia Romana tradicional y Liturgias Orientales

V/. Sancta María, Stella Orientis. 
R/. Ora pro nobis.
 V/. Santa María, Estrella de Oriente.
 R/. Ruega por nosotros.




Elementos de la Liturgia Romana de San Pío V cercanos a las Liturgias Orientales
Para recordar los elementos de sólo una de ellas, la Liturgia Bizantina, piénsese en:
1º. Las elocuentísimas, instantes y reiteradas oraciones penitenciales.
2º. Los ritos solemnes con los que el sacerdote y el diácono revisten sus ornamentos.
3º. La preparación de las ofrendas en la proscomidia, que ella misma constituye ya de suyo un rito aparte.
4º. La presencia constante en las oraciones y hasta en las ofrendas de la Bienaventurada Virgen María, de los Santos, de la jerarquía angélica (que en la Entrada con el Evangelio es evocada realmente como concelebrante en forma invisible y cuya representación asume la schola cantorum en el Cherubicon).
5º. La iconostasis, por la cual se separan netamente el santuario del templo, el clero del pueblo.
6º. La consagración a ocultas, que es un símbolo del Misterio del Dios Invisible, al que alude también toda la Liturgia.
7º. La ubicación del sacerdote celebrante, que está de pie vuelto hacia Dios y nunca cara al pueblo.
8º. La Comunión administrada siempre sólo por el sacerdote.
9º. Los frecuentes y profundos signos de adoración exhibidos ante las Sagradas Especies.
10º. La actitud verdaderamente contemplativa del pueblo.

Y estas liturgias, también en las formas que implican menor solemnidad, se prolongan por más de una hora, y las frecuentes definiciones (como “tremenda e inenarrable liturgia”; “tremendos, celestes y nutricios misterios”), que allí se encuentran, manifiestan con suficiente claridad la dicha mentalidad.

Nótese finalmente que en la divina Liturgia, sea en la de San Juan Crisóstomo como en la de San Basilio, aparece claramente que el término “cena” o “convivio” está subordinado al de “sacrificio”, de igual modo como está en la Misa Romana de San Pío V.

Fuente: Núcleo de Lealtad

miércoles, 2 de marzo de 2011

DE VUELTA A CASA.


Su nombre es Norma Jean Coon; con otras mujeres había participado hace meses en una ceremonia contra la fe de la Iglesia, en la que fue "ordenada diácono" en EE.UU. Norma ha rectificado y firmado una declaración desvinculándose de aquel acto y reconociendo la autoridad del Papa y que Cristo concedió la ordenación sacerdotal solo a los varones. Norma actualmente está asistiendo regularmente a la Santa Misa con la Forma Extraordinaria del Rito Romano en la iglesia de Santa Ana, en San Diego, California, USA. Sea pues, doblemente bienvenida.
 Fuente: Una voce Malaga

martes, 1 de marzo de 2011

Divina Liturgia (la "Misa" de la Iglesia ortodoxa) celebrada por el patriarca Alexis II de Moscú.

Fuerte denuncia del Nuncio: “El Papa es abandonado también por sacerdotes y obispos”






















Es con verdadero placer que una vez más me encuentro en esta Sede de las Pontificias Obras Misioneras, para reunirme con todos ustedes tan empeñados en este apostolado. A todos auguro un nuevo año de trabajo en el espíritu de la Liturgia de hoy, festividad de la Cátedra de San Pedro, y sobre todo en el trozo del Evangelio que acabamos de leer.

“Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella” (Mt. 16,18)

Este texto de Mateo contiene dos elementos muy importantes:

-El primado de pedro y el de sus Sucesores en la Iglesia, que Cristo ha fundado, y por lo tanto del Santo Padre;

-La asistencia de Jesús a su Iglesia contra las fuerzas del mal.

Damos por descontado el primer punto, fundamental para la Iglesia, porque sin este primado de Pedro y la comunión con el mismo, no existe la Iglesia Católica. Permítanme, en cambio, algunas reflexiones sobre el segundo punto: las fuerzas del Mal, que Mateo llama “el poder de la Muerte”.

Asistimos hoy a un ensañamiento muy especial contra la Iglesia Católica en general y el Santo Padre en particular. ¿Por qué todo esto? ¿Cuál es el motivo principal? Lo podemos enunciar en pocas palabras: ¡Es la Verdad que nos da el Mensaje de Cristo!

Cuando esta Verdad no se opone a las fuerzas del mal todo va bien. En cambio, cuanto presenta la mínima oposición, surge una lucha que se hace calumnia, odio e incluso persecución contra la Iglesia y más específicamente contra la persona del Santo Padre.

Veamos algún punto de la historia, que es “la maestra de la verdad”.

Los años inmediatamente subsiguientes al Vaticano II transcurren en una euforia general para la Iglesia y en consecuencia para el Papa. Pero es suficiente la publicación de la Humanae Vitae, con la que el Santo Padre confirma la doctrina tradicional, en base a la cual el acto conyugal y el aspecto procreativo no pueden ser lícitamente separados, que estallan las críticas mas feroces contra Pablo VI, que hasta aquel momento había agradado al mundo. Sus simpatías por Jacque Maritain y por el humanismo integral habían abierto las esperanzas de los ambientes modernistas internos a la Iglesia y al progresismo político y mundano.

Lo mismo se repite más veces en el largo pontificado de Juan Pablo II. Cuando es elegido, las élites culturales occidentales están fascinadas por la lectura marxista de la realidad. Juan Pablo II no se adapta a este embarazoso conformismo cultural y traba con el comunismo un duelo muy duro, que lo lleva sin más a ser un blanco físico de un oscuro proyecto homicida.

Lo mismo le sucederá siempre a Juan Pablo II con respecto a la Bioética, sobre todo con la publicación de la Evangelium Vitae del 1995, un compendio sólido y sin detracciones sobre las principales cuestiones de la vida y de la muerte.

Y ahora, siempre por el amor a la “Verdad verdadera y Evangélica”, el blanco se ha vuelto sobre Benedicto XVI. Ya marcado con desprecio en los años precedentes como “guardián de la fe”, apenas elegido, acogido de inmediato por los comentaristas de todo el mundo con una mezcla de sentimientos, que iban de la rabia al miedo, al verdadero y propio temor.

Ahora, una cosa es cierta: El Papa Benedicto imprimió a su pontificado el sello de continuidad con la tradición milenaria de la Iglesia y sobre todo de purificación. Sí, porque a la inseguridad de la fe siempre le sigue la ofuscación de la moral.

En realidad, si queremos ser sinceros, debemos reconocer que año tras año ha aumentado, entre teólogos y religiosos, hermanas y obispos, el grupo de cuantos están convencidos que la pertenencia a la Iglesia no comporta el conocimiento y la adhesión a una doctrina objetiva.

Se ha afirmado un catolicismo “á la carte”, en el cual cada uno elige la porción que prefiere y rechaza el plato que considera indigesto. En la práctica un catolicismo dominado por la confusión de los roles, con sacerdotes que no se aplican con empeño a la celebración de la Misa y a las confesiones de los penitentes, prefiriendo hacer otra cosa. Y con laicos y mujeres que buscan sustraer un poco por vez, el lugar al sacerdote para ganarse un cuarto de hora de celebridad parroquial, leyendo la oración de los fieles o distribuyendo la comunión.

He aquí que el Papa Benedicto, precisamente por su fidelidad a la “Verdad” hace una cosa que escapó a la atención de muchos comentaristas: trae de nuevo, integralmente, el credo en la fórmula del concilio de Constantinopla, es decir en la versión normalmente contenida en la Misa. El mensaje es claro: recomenzamos de la doctrina, de los contenidos fundamentales de nuestra fe. “Sí, porque -escribe el teólogo y Pontífice Ratzinger- el primer anuncio misionero de la Iglesia hoy es puesto en peligro por teorías de tipo relativista, que entienden justificar el pluralismo religioso, no solo de facto, sino también de jure”.

La consecuencia de este relativismo, explica el futuro Benedicto XVI, es que se consideren superadas una serie de verdades, como por ejemplo: el carácter definitivo y completo de la revelación de Cristo; la naturaleza de la fe teologal cristiana con respecto a la creencia en las otras religiones; la unicidad y la universalidad salvífica en el misterio de Cristo; la mediación salvífica universal de la Iglesia; la subsistencia en la Iglesia Católica de la única Iglesia de Cristo.

He aquí, por lo tanto, la Verdad como causa principal de esta aversión y diría casi persecución al Santo Padre. Una aversión que tiene como consecuencia práctica su sentirse solo, un poco abandonado.

¿Abandonado de quién? ¡He aquí la gran contradicción! Abandonado por los opositores a la Verdad, pero sobre todo de ciertos sacerdotes y religiosos, no sólo Obispos, pero no de los fieles.

Así el clero está atravesando una cierta crisis, en el episcopado prevalece un bajo perfil, no obstante los fieles de Cristo están aún con todo su entusiasmo. Obstinadamente continúan rezando y van a Misa, a frecuentar los sacramentos y a rezar el rosario. Y sobre todo esperan en el Papa. Hay un sorprendente punto de solidez entre el Papa Benedicto y el Pueblo, entre el hombre vestido de blanco y las almas de millones de cristianos. Ellos entienden y aman al Papa. ¡Esto porque su fe es simple!. Por otra parte es la simplicidad la puerta de ingreso a la Verdad.

Durante esta Celebración Eucarística pidamos al buen Dios y a la Virgen poder formar parte, también nosotros de este tipo de cristianos.

Mons. Adriano Bernardini, Nuncio Apostólico

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Fuente: Agencia Informativa Católica Argentina