"Y Él vio, y vio que las cosas iban bien. Y así la Iglesia es Madre,
Madre de más hijos, de muchos más hijos. Se convierte en Madre, Madre,
Madre cada vez más. Madre que nos da la fe, la Madre que nos da una
identidad. Pero la identidad cristiana no es una tarjeta de identidad:
la identidad cristiana es la pertenencia a la Iglesia, porque todos
ellos pertenecían a la Iglesia, a la Iglesia Madre. Porque, encontrar a Jesús fuera de la Iglesia no es posible. El gran Papa Pablo VI dijo: "Es una dicotomía absurda, querer vivir con Jesús sin la Iglesia, seguir a Jesús fuera de la Iglesia, amar a Jesús sin la Iglesia".
Y la Iglesia Madre que nos da Jesús nos da la identidad que no es sólo
un sello: es una pertenencia. Identidad significa pertenencia.
¡Pertenecer a la Iglesia, esto es hermoso!"
"Cuando llegó y vio la gracia de Dios, se alegró": Éste es el gozo del
evangelizador. Y como decía Pablo VI, "es la alegría dulce y
reconfortante de la evangelización." Y esta alegría empieza con una
persecución, con una gran tristeza, y termina con alegría. Y así, la
Iglesia sigue adelante, dice un santo - no me acuerdo ahora quien -
"entre las persecuciones del mundo y los consuelos del Señor”.
“Así es la vida de la Iglesia. Si queremos ir un poco por el camino
mundano, de la negociación con el mundo, como hacían los Macabeos, -ha
dicho el Papa- nunca tendremos el consuelo del Señor”. Si buscamos solo
el consuelo, será un consuelo superficial, no el del Señor, que es un
consuelo humano.
La Iglesia siempre va entre la Cruz y la Resurrección, entre las
persecuciones y los consuelos del Señor. Y éste es el camino: quien va
por este camino no se equivoca. Pensemos hoy en la actividad misionera
de la Iglesia: ellos salieron de sí mismo para evangelizar. Incluso
aquellos que tuvieron el coraje de proclamar a Jesús a los griegos, una
cosa casi escandalosa en aquel momento. Pensemos en esta Madre Iglesia
que crece, crece con nuevos hijos a los que se da la identidad de la fe,
porque no se puede creer en Jesús sin la Iglesia.
Extractos de la homilía en el día de San Jorge, 23 de abril de 2013