jueves, 6 de junio de 2019

FIUV Position Paper 21: La forma extraordinaria y las Iglesias orientales


En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966. 

En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 21 y que versa sobre la forma extraordinaria y las Iglesias orientales, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de noviembre de 2014. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del sumario (Abstract) que lo precede. 



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La forma extraordinaria y las Iglesias orientales

Abstract

Desde la importante encíclica de León XIII Orientalium dignitas, de 1894, la política de la Santa Sede ha sido coherente y enfática en cuanto a que los ritos litúrgicos de las antiguas Iglesias orientales son dignos de la mayor veneración y, en aquellas Iglesias en comunión con la Santa Sede, debiera protegérselos de indebidas influencias latinas y restaurárselos de acuerdo con sus propias tradiciones. El Concilio Vaticano II y San Juan Pablo II enfatizaron esto. Esta política, sin embargo, se ve afectada por las exageradas críticas de las tradiciones litúrgicas de la Iglesia latina que desechan elementos que las tradiciones litúrgicas orientales y latinas tienen en común, tales como el culto de cara al Oriente, el uso de la oración en silencio, el modo contemplativo de participación litúrgica, y el respeto de la tradición litúrgica. El establecimiento de la forma extraordinaria como parte de la vida litúrgica normal de la Iglesia latina es un paso necesario para lograr una actitud práctica de reverencia por las tradiciones de las Iglesias orientales.

Texto

1. La preservación y promoción en Occidente de la antigua tradición litúrgica occidental tiene una considerable importancia para los cristianos de otras antiguas tradiciones litúrgicas, estén en comunión con la Santa Sede o no. El respeto por la forma extraordinaria y su continuo uso es un necesario corolario práctico de la antigua política de la Santa Sede de respetar las tradiciones de las Iglesias orientales.

Obispos greco-católicos en Roma
(Foto: McNamara's Blog)

Promoción de la unidad y reverencia hacia las tradiciones de Oriente.

2. León XIII aclaró y enfatizó la actitud de debido respeto por los ritos orientales, especialmente en su encíclica Orientalium Dignitas, de 1894, en la que, hablando de las relaciones de la Santa Sede con los católicos orientales, dice: “[Ella] No descuidó jamás el vigilar que en aquellos pueblos orientales se conservaran siempre íntegras las costumbres propias y la forma de sus ritos sacros, que Ella en su sabiduría y potestad había reconocido como legítimas”[1]. 

Y también: “De hecho, la preservación de los ritos orientales tiene más importancia de la que pueda imaginarse. Su antigüedad es augusta y otorga nobleza a los diversos ritos; es una brillante joya para toda la Iglesia, y corrobora la unidad, dada por Dios, de la fe católica”.

3. Las prescripciones prácticas de la encíclica están orientadas a revertir el proceso de “latinización” de los católicos orientales, tanto en el reemplazo (en todo o en parte) de los ritos orientales por los ritos latinos, tanto en la absorción de los individuos y grupos de católicos de rito oriental por el rito latino, procesos ambos que, en algunas ocasiones anteriores, habían sido aprobados por la Santa Sede[2].

4. El lenguaje de León XIII se asemeja mucho al del decreto Orientalium Ecclesiarum del Concilio Vaticano II, donde se habla además de la purificación de los ritos orientales de elementos del rito latino que puedan, desafortunadamente, haberlos invadido: “Todos los miembros del rito oriental debieran saber, y estar convencidos, que pueden y deben siempre preservar su legítimo rito litúrgico y su acostumbrado estilo de vida, y que estas cosas no deben ser alteradas salvo para obtener, para sí mismos, un orgánico mejoramiento. Todo esto debe, pues, ser observado por los mismos miembros del rito oriental. Además, debieran alcanzar un conocimiento cada vez mayor y un uso cada vez más exacto de éste y si, en su opinión, han fallado en ello debido a circunstancias de tiempos o de personas, debieran tomar medidas para regresar a sus tradiciones ancestrales”[3] .

El Concilio reconoció, además, que las diversas tradiciones de Oriente han preservado especiales concepciones teológicas de valor para toda la Iglesia[4].

5. Los mismos sentimientos y la misma política fueron reiterados por Juan Pablo II en su emotiva carta apostólica Orientale Lumen, publicada en el centenario de Orientalium Dignitas, y exigió “amplio respeto por la dignidad del otro, dejando de lado todo argumento de que el conjunto de usos y costumbres de la Iglesia latina es más completo o mejor adecuado para exhibir la doctrina correcta en su plenitud”[5] .

6. La importancia de esta política para las relaciones con las Iglesias ortodoxas fue subrayada por el Concilio Vaticano II. Orientalium Ecclesiarum pidió que los católicos orientales promovieran la unidad con otros cristianos de Oriente mediante, entre otras cosas, “la religiosa fidelidad a las antiguas tradiciones orientales”[6]. Esto se reiteró por la Congregación para las Iglesias Orientales en la instrucción Il Padre, incomprensibile de 1996 (núm. 21): “En todo esfuerzo de renovación litúrgica, por lo tanto, la práctica de los hermanos ortodoxos debiera ser tomada en cuenta, conociéndola, respetándola y alejándose de ella lo menos posible, de modo de no aumentar la separación existente”[7].

Este texto trae a la memoria una bien conocida frase de San Pío X: la liturgia de los católicos de rito no latino no debiera ser “nec plus, nec minus, nec aliter” (“ni más, ni menos, ni diferente”) como resultado de volver a la plena comunión con la Sede de Pedro[8].

 El Papa Pío XI recibe en audiencia al patriarca melquita Demitrio I Qadi (1923)

La reforma litúrgica latina.

7. La reforma litúrgica que tuvo lugar después del Concilio Vaticano II dio origen a una situación nueva en relación con los ritos orientales. Las continuas tendencias latinizantes se han basado, desde entonces, en los ritos reformados que, de muchos modos, son más lejanos de los auténticos principios litúrgicos orientales que la antigua tradición litúrgica latina. Además, las explicaciones teológicas populares que se dieron de la reforma, y el ímpetu que movió a muchos abusos litúrgicos occidentales, se expresaron de un modo tal que se sugirió que las prácticas litúrgicas orientales adolecían de grandes defectos.

8. Por ejemplo, la reforma latina fue testigo del abandono casi universal de la tradición existente sobre la orientación litúrgica: la celebración de la Misa por un sacerdote de cara al Oriente litúrgico, que conllevaba (aparte del caso de unas pocas iglesias excepcionales) estar dirigido en la misma dirección que los fieles[9]. La promoción de este cambio, que no fue estudiado por el Concilio Vaticano II y que jamás ha sido hecho obligatorio en la Iglesia latina, ha sido acompañada de una polémica contra la práctica tradicional, torpemente descrita como “el sacerdote dando la espalda al pueblo”. Esta polémica no se sustenta en los documentos oficiales de la Iglesia y ha sido a menudo criticada, especialmente por Benedicto XVI[10]. Sin embargo, la práctica está muy extendida, y se la puede aplicar claramente a la tradición del culto ad orientem de los ritos orientales. La Congregación para las Iglesias Orientales ha creído necesario abordar el problema en la citada instrucción Il Padre (107): “No se trata, como se dice a menudo, de que se presida la celebración volviendo la espalda al pueblo, sino de guiar al pueblo en peregrinación hacia el Reino -invocado en la oración- hasta que el Señor vuelva. Tal práctica, amenazada en numerosas Iglesias católicas orientales por una nueva y reciente influencia latina, tiene un profundo valor y debiera ser protegida como algo verdaderamente coherente con la espiritualidad litúrgica oriental”.

9. Asimismo, la misma instrucción cree necesario defender la tradición oriental de distribuir la sagrada comunión sólo por clérigos; la de observar un ayuno eucarístico más largo que el que rige en la Iglesia latina; la de observar una “orientación penitencial” hacia la liturgia, y la de usar formas tradicionales de arte sagrado y de arquitectura en los templos. Todos éstos son rasgos de la tradición litúrgica latina que se ha sometido a críticas, a menosprecio e incluso se ha ridiculizado en el curso del debate sobre reforma de la liturgia.

10. Un documento anterior de la Congregación para las Iglesias Orientales, la instrucción de 1984 titulada “Observaciones sobre el Ordo de la Santa Misa en la Iglesia siro-malabar”, proporciona más ejemplos todavía sobre el mismo fenómeno, y hace referencia a una popular crítica teológica de las oraciones en silencio en la liturgia: “Se dice a veces que todas las oraciones litúrgicas debieran ser dichas en voz alta, de modo que todos puedan oírlas. Esto es un principio falso tanto histórica como litúrgicamente. Algunas oraciones están especialmente compuestas para ser dichas durante el canto o en procesiones u otras actividades del pueblo, o son apologías pro clero. Tal como el clero no tiene que cantar todo lo que canta el pueblo, así también el pueblo no tiene que oír todas las oraciones que se dicen. En realidad, recitar todas las oraciones en voz alta interrumpe el adecuado flujo de la estructura litúrgica”[11].

11. El ataque a las oraciones en silencio en la Misa ha sido fuertemente resistido por el papa Benedicto[12]. Además, no forma parte en absoluto de la teología oficial de la reforma y, de hecho, el Misal de 1970 contiene una serie de oraciones sacerdotales en silencio. Sin embargo, es verdad que, en la implementación de la reforma[13], se ha desplazado la práctica de la Iglesia latina muy lejos de las oraciones en silencio, y esto ha abierto un flanco a la polémica litúrgica, en el sentido de que tales oraciones excluyen erróneamente a los fieles de la participación en la liturgia[14].

12. La instrucción “Observaciones sobre el Ordo de la Santa Misa en la Iglesia siro-malabar” instruye también a los obispos de de esta Iglesia que resistan las tendencias latinizantes que importen a su rito oraciones no escritas, que realicen la proclamación de las Escrituras desde un ambón en vez desde el altar, que incluyan procesiones de ofertorio excesivamente elaboradas y oraciones espontáneas de petición. Sobre este último punto, la instrucción observa, en relación con los experimentos litúrgicos en la Iglesia latina: “No es necesario imitar los fracasos de los otros”.

13. Un paralelo general entre las tradiciones litúrgicas orientales y la forma extraordinaria del rito romano da origen a un enfoque de la participación litúrgica que no depende de que se vean todas las acciones del celebrante ni de que se oigan todas sus palabras. Como San Juan Pablo II ha observado: “La larga duración de las celebraciones, las repetidas invocaciones, todo expresa la identificación, con la persona entera de cada uno, del misterio celebrado”[15] .

 Sacerdote recitando la oración de San Efrén de Siria, propia de la Cuaresma, frente al iconostasio

El papel de la forma extraordinaria del rito romano.

14. Algunas muy divulgadas polémicas teológicas contra numerosos aspectos de la tradición litúrgica común de la Iglesia, e incluso contra la noción misma de Tradición[16], erosionan el programa de preservación y restauración de los ritos orientales, a que ha llamado el Concilio Vaticano II, y erosionan también las declaraciones de respeto por las tradiciones de los cristianos orientales que no están en comunión con Roma.

15. Un modo importante de poner estas cuestiones en su contexto propio, y de hacer que se concretice en el plano local la auténtica enseñanza de la Iglesia, es dar a la propia tradición litúrgica de Occidente su “lugar adecuado”, como lo ha pedido el papa Benedicto[17]. Cuando la forma extraordinaria encuentra su lugar en la vida litúrgica normal de las parroquias y de las diócesis, con el apoyo visible de obispos y sacerdotes, se debilita la idea de que los equivocados principios teológicos mencionados en este texto, forman parte, en algún sentido, de la enseñanza oficial de la Iglesia. Además, cuando los católicos tienen la experiencia de esta forma del rito romano pueden comprender mucho mejor el valor de los ritos orientales, la naturaleza de la participación en ellos de los laicos, y el valor de la tradición misma[18].

16. Estas consideraciones se ven fortalecidas por el establecimiento de comunidades de católicos de rito no latino en países donde el rito latino es el predominante. San Juan Pablo II recomendaba, en este sentido, que los católicos de rito latino se familiaricen con la liturgia de sus hermanos orientales[19], y la forma extraordinaria puede, de muchas maneras, ser un puente para alcanzar la mutua comprensión que él deseaba.

17. En este respecto, no sorprende que el motu proprio Summorum Pontificum del papa Benedicto haya sido bien recibido por el entonces patriarca de Moscú, Alexy II[20]. Los católicos de rito latino no pueden, en realidad, esperar que se tome en serio su afirmación de que reconocen el valor de las antiguas tradiciones de los ritos orientales si no otorgan algún grado de respeto a su propia tradición.

San Basilio Magno celebrando la Divina Liturgia 
Fresco en la Catedral de Santa Sofia de Ocrida, Macedonia del Norte 

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[1] León XIII, Encíclica Orientalium Dignitas (1894). Esta encíclica no tiene numeración de párrafos, y el texto latino no es fácil de encontrar [Nota de la Redacción: puede consultarse en el sitio oficial de la Santa Sede, donde hay también una traducción al italiano].

[2] Véase Congregación para las Iglesias Orientales, Instrucción Il Padre, incomprensibile, (1996), núm. 24: “Estas intervenciones experimentaron el efecto de la mentalidad y convicciones de aquel tiempo, según el cual se percibía cierta subordinación de las liturgias no latinas a la liturgia de rito latino, considerado 'ritus praestantior'. Esta actitud puede haber llevado a intervenir textos litúrgicos orientales que hoy, a la luz de los estudios teológicos actuales, necesitan revisarse, en el sentido de un regreso a las tradiciones ancestrales”.

[3] Concilio Vaticano II, Decreto Orientalium Ecclesiarum (1964), núm. 6: "Sciant ac pro certo habeant omnes Orientales, se suos legitimos ritus liturgicos suamque disciplinam semper servare posse et debere, ac nonnisi ratione proprii et organici progressus mutationes inducendas esse. Haec omnia, igitur, maxima fidelitate ab ipsis Orientalibus observanda sunt; qui quidem harum rerum cognitionem in dies maiorem usumque perfectiorem acquirere debent, et, si ab iis ob temporum vel personarum adiuncta indebite defecerint, ad avitas traditiones redire satagant". Una declaración análoga de principios litúrgicos en relación con la reforma de la liturgia de rito latino puede encontrarse en el núm. 50 de la Constitución sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium (1963), donde se dice: “los elementos que han sufrido daños por los accidentes de la historia deben ahora ser restaurados al pleno vigor que tenían en el tiempo de los Santos Padres, en la medida que parezca útil o necesario” ("restituantur vero ad pristinam sanctorum Patrum normam nonnulla quae temporum iniuria deciderunt, prout opportuna vel necessaria videantur"). 

[4] Concilio Vaticano II, Decreto Unitatis Redintegratio (1964), núm. 17 : “En el estudio de la Revelación el Oriente y el Occidente han seguido métodos diferentes y han desarrollado de modo diferente su comprensión y su confesión de la verdad de Dios. No debe sorprender, por tanto, si de tiempo en tiempo una tradición se ha acercado a una comprensión más plena de algunos aspectos de un misterio más que de otros, o la ha expresado de mejor modo. En tales casos, estas diversas expresiones teológicas deben ser consideradas más como mutuamente complementarias que como opuestas” ("Etenim in veritatis revelatae exploratione methodi gressusque diversi ad divina cognoscenda et confitenda in Oriente et in Occidente adhibiti sunt. Unde mirum non est quosdam aspectus mysterii revelati quandoque magis congrue percipi et in meliorem lucem poni ab uno quam ab altero, ita ut tunc variae illae theologicae formulae non raro potius inter se compleri dicendae sint quam opponi") Cfr. Juan Pablo II, Carta apostólica Orientale Lumen (1995), núm. 5: “La tradición cristiana de Oriente conlleva un modo de aceptar, comprender y vivir la fe en el Señor Jesús. En este sentido, es extremadamente cercana a la tradición cristiana de Occidente, que nace y se nutre de la misma fe. Sin embargo, es legítima y admirablemente distinta de ésta, ya que los cristianos orientales tienen su propio modo de percibir y comprender y, por tanto, un modo original de vivir, su relación con el Salvador” ("Certum enim modum secum importat orientalis traditio suscipiendi intellegendi vivendi Domini Iesu fidem. Ita profecto proxime illa ad christianam accedit Occidentis traditionem quae eadem nascitur aliturque fide. Tamen legitime atque insignite ab illa differt, cum proprium habeat sentiendi percipiendique morem christifidelis orientalis, ac propterea nativam aliquam rationem suae colendae necessitudinis cum Salvatore"). Cfr. también Concilio Vaticano II, Decreto Orientalium Ecclesiarum, núm. 5: “[Este Concilio] declara solemnemente que las Iglesias de Oriente, tanto como las de Occidente, tienen pleno derecho y están jurídicamente obligadas a gobernarse a sí mismas de acuerdo con sus respectivas disciplinas establecidas, y que todas éstas son dignas de alabanza en razón de su venerable antigüedad, más en armonía con el carácter de sus fieles y más adecuadas para la promoción del bien de las almas” ("Quamobrem sollemniter declarat, Ecclesias Orientis sicut et Occidentis iure pollere et officio teneri se secundum proprias disciplinas peculiares regendi, utpote quae veneranda antiquitate commendentur, moribus suorum fidelium magis sint congruae atque ad bonum animarum consulendum aptiores videantur"). 

[5] Juan Pablo II, Carta apostólica Orientale Lumen, núm. 20: “Certe, hodiernae menti videtur vera coniunctio fieri posse aliorum plene observata dignitate, dempta simul illa opinione universos mores et consuetudines Ecclesiae Latinae pleniores esse et aptiores ad rectam doctrinam demonstrandam”.

[6] Juan Pablo II, Carta apostólica Orientale Lumen, núm. 24: "religiosa erga antiquas traditiones orientales fidelitate".

[7] Congregación para las Iglesias Orientales, Instrucción Il Padre, incomprensibile, núm. 21.

[8] San Pío X usó esta frase a comienzos de 1911 en una audiencia privada con Natalia Ushakova, en relación con las propuestas de latinización que se discutía en la comunidad católica rusa.

[9] En la basílica de San Pedro, por ejemplo, para el celebrante en el Altar Mayor mirar al Oriente significa mirar hacia la nave de la iglesia, hacia las puertas principales. Sobre la significación histórica de estas iglesias excepcionales, véase Federación Internacional Una VocePositio Paper 4: La orientación litúrgica, núm. 6-7. 

[10] Ratzinger, J., The Spirit of the Liturgy (trad. inglesa, San Francisco, Igntius Press, 2000), pp. 80-81.

[11] Congregación para las Iglesias Orientales, Instrucción “Observaciones sobre el Orden de la Santa Misa de la Iglesia siro-malabar” (1984). Esta instrucción fue una respuesta a la reforma de los libros litúrgicos siro-malabares propuesta por la Conferencia Episcopal siro-malabar. La Iglesia siro-malabar no es autocéfala y se encuentra directamente bajo la autoridad de la Congregación para las Iglesias Orientales. 

[12] Ratzinger, The Spirit of the Liturgy, cit., pp. 213-216.

[13] Por ejemplo, raramente se usa, al menos en el mundo de habla inglesa, la opción del Misal reformado de decir las oraciones del ofertorio mientras el coro canta, e incluso las oraciones sacerdotales en silencio se dicen frecuentemente en voz alta.

[14] Véase Federación Internacional Una Voce, Positio Paper 9: El silencio y la inaudibilidad en la forma extraordinaria.

[15] Juan Pablo II, Carta apostólica Orientale Lumen, núm. 11: "Extractum longius celebrationum tempus, iteratae invocationes, omnia denique comprobant aliquem paulatim in celebratum mysterium ingredi tota sua cum persona". Cf. Congregación de Culto Divino, Instrucción Liturgiam Authenticam (2001), núm. 28: “La sagrada liturgia implica no sólo el intelecto del hombre, sino toda su persona, que es el 'sujeto' de la participación plena y consciente en la celebración litúrgica” ("Sacra Liturgia non solum hominis intellectum devincit, sed totam etiam personam, quae est “subiectum” plenae et consciae participationis in celebratione liturgica").

[16] Como lo expresa la Instrucción Il Padre, incompresibile: “El primer requisito de toda renovación litúrgica oriental, tal como es el caso en la reforma litúrgica en Occidente, es el redescubrimiento plenamente fiel de las propias tradiciones litúrgicas, beneficiándose con sus riquezas y eliminando aquello que ha alterado su autenticidad. Tal orientación no se subordina sino que precede a la denominada puesta al día”. Cfr. Juan Pablo II, Carta apostólica Orientale Lumen, núm. 8, citada en nota 18, infra.

[17] Benedicto XVI, Carta a los obispos que acompaña al motu proprio Summorum Pontificum (2007): “Lo que las generaciones precedentes has considerado sagrado, sigue siendo sagrado y grande también para nosotros, y no puede ser prohibido de improviso o incluso considerado dañino. Nos corresponde a todos nosotros preservar las riquezas que se han desarrollado en la fe y la oración de la Iglesia y darles su lugar adecuado”.

[18] Juan Pablo II, Carta apostólica Orientale Lumen, núm. 8: “Hoy a menudo nos sentimos prisioneros del presente. Es como si el hombre hubiera perdido su percepción de pertenecer a una historia que lo antecede y que lo sigue. El esfuerzo por situarse a sí mismo entre el pasado y el futuro, con un corazón agradecido por los beneficios recibidos y por los que esperamos, es mostrado particularmente por las Iglesias orientales, con un muy nítido sentido de continuidad que toma el nombre de Tradición y de espera escatológica”. ('Captivos hodie saepius nos temporis praesentis esse sentimus: quasi si notionem homo amiserit sese esse particulam alicuius historiae praecedentis et subsequentis. Huic magno labori, quo contendit quis ut se inter praeteritum collocet futurumque tempus cum grato sane animo tam de acceptis quam de donis postmodum accipiendis, clarum praestant Orientales Ecclesiae sensum continuationis, quae sibi Traditionis atque eschatologicae exspectationis nomina sumit'). 

[19] Juan Pablo II, Carta apostólica Orientale Lumen, núm. 24: “Creo que un modo importante de crecer en el entendimiento mutuo y en la unidad consiste precisamente en mejorar nuestro mutuo conocimiento. Los hijos de la Iglesia católica ya conocen los modos señalados por la Santa Sede para alcanzar esto: conocer la liturgia de las Iglesias orientales” ("Putamus sane magnum pondus ad crescendum in mutua comprehensione atque unitate tribuendum esse meliori mutuae intellegentiae. Catholicae Ecclesiae filii iam noverunt vias quas Sancta Sedes significavit ut ii eiusmodi propositum consequi valeant: liturgiam Ecclesiarum Orientalium noscere"). El pasaje citado termina con una referencia a pie de página de la instrucción In ecclesiasticum futurorum (1979), núm. 48.

[20] La agencia de noticias Zenit informó lo siguiente (Roma, 29 de agosto de 2007): “El paso de Benedicto XVI de permitir una más amplia celebración del Misal romano de 1962 ha recibido una positiva reacción de parte del patriarca ortodoxo Alexy II de Moscú. 'La recuperación y valoración de la antigua tradición litúrgica es un hecho que saludamos positivamente', declaró Alexy II al periódico italiano Il Giornale. La carta apostólica Summorum Pontificum, publicada en julio, explica las nuevas normas que permiten el uso del misal de 1962 como una forma extraordinaria de la celebración litúrgica. 'Adherimos muy fuertemente a la Tradición', continuó. 'Sin la guarda fiel de la tradición litúrgica, la Iglesia ortodoxa rusa no habría sido capaz de resistir el período de persecución'”.