jueves, 14 de abril de 2011

(IV). LA PREPARACIÓN DE LA CUARESMA



El año litúrgico se estructura a partir de los acontecimientos más relevantes relacionados con Jesucristo. El más importante de ellos es la Semana Santa, en que se rememora su Pasión, Muerte y Resurrección y la consiguiente consumación de su obra redentora. Esto explica que la ordenación del año litúrgico se haga a partir de la Pascua de Resurrección, que es el domingo inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera. En la forma extraordinaria del rito romano existen algunas diferencias con la distribución del año litúrgico existente tras la reforma de 1970. Una de esas diferencias es el período de tres semanas que precede a la Cuaresma, que en la forma ordinaria ha pasado a ser parte del tiempo ordinario. Dichas semanas se denominan, respectivamente, Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima. El tiempo de Septuagésima, como también es conocido, es un preludio para la Cuaresma, es decir, una preparación para que nos dispongamos a celebrarla santamente, y con la mortificación de este tiempo a través de la penitencia, el ayuno y la oración, nos preparemos para la gran fiesta de la Pascua. De ahí que su color litúrgico sea el morado, al igual que en Cuaresma y Adviento, por ser aquel que denota exteriormente una preparación penitencial y una profundización espiritual de cara al tiempo litúrgico que sucederá. Cada uno de los domingos del tiempo de Septuagésima tiene una estación en una de las basílicas de Roma. Este período comienza con el domingo de Septuagésima, que marca el inicio del tiempo de Carnaval (etimológicamente, abandono o despedida de la carne).

Septuagésima es el noveno domingo antes de la Pascua de Resurrección, y debe su nombre a una simplificación de origen histórico: el primer domingo del tiempo de Carnaval que se introdujo en el calendario litúrgico fue el domingo de Quincuagésima (siglo VI). Posteriormente, se añadieron otros dos: el primero, que cae casi sesenta días antes de la Pascua, fue llamado domingo de Sexagésima (IV Concilio de Orleans, 541), y el segundo de Septuagésima (Sacramentario Gelasiano, 750). Septuagésima se conoce también como Dominica Circumdederuntpor la primera palabra del Introito de la Misa («Cercáronme angustias de muerte…»). A partir de este domingo y hasta el domingo de Pascua, se deja de decir el cántico al Señor, el Aleluya, en la Misa y en el oficio divino. Asimismo, en la Misa del domingo y de las ferias se omite por completo el Gloria y se añade un Tracto al Gradual. Su estación es San Lorenzo Extramuros.

Sexagésima es el octavo domingo anterior a la Pascua y el segundo antes de la Cuaresma, y se conoce también como Dominica Exsurge, por el comienzo del Introito («Levantaos, oh Señor…»). Su estación es San Pablo Extramuros, y desde ahí la oración de la Iglesia invoca al doctor de los gentiles.

Quincuagésima es el domingo anterior al Miércoles de Ceniza, llamadoDominica in Quinquagesima o Esto mihi, por las palabras iniciales del Introito de la Misa («Sé para mí un Dios protector…»). Su estación es San Pedro. En muchos lugares este domingo y los siguientes dos días eran usados para preparar la Cuaresma mediante una buena confesión. Como los días previos a la Cuaresma eran con frecuencia destinados al desenfreno, el Papa Benedicto XIV, por medio de la constitución Inter Caetera (1 de enero de 1748), introdujo una especie de «devoción de las cuarenta horas» para proteger a los fieles de las diversiones peligrosas y para favorecer en cierta medida la reparación por los pecados cometidos. Con el mismo nombre también se designa el tiempo entre Pascua y Pentecostés, o entre el domingo siguiente a la Pascua y el domingo siguiente de Pentecostés. En este último caso se le llama Quinquagesima Paschae, paschalis o Laetitiae.

Con estas tres semanas se prepara, pues, la llegada del Miércoles de Ceniza y el inicio de ese tiempo de penitencia y oración que es la Cuaresma. Como recuerda el Papa, «el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es “hacerme semejante a él en su muerte” (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida […] El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo» (Mensaje para la Cuaresma 2011).

Jaime Alcalde

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