(V). EL LATÍN: LA LENGUA DE LA IGLESIA CATÓLICA
El Concilio Vaticano II estableció que en la liturgia de los ritos latinos se había de conservar el latín, salvo derecho particular (ConstituciónSacrosanctum concilium, nr. 36, § 1). Sin embargo, se preveía que la competente autoridad eclesiástica territorial podía determinar si había de utilizarse la lengua vernácula y en qué extensión, cuando fuese útil para el pueblo en atención al carácter didascálico y pastoral de la liturgia (Constitución Sacrosanctum concilium, nr. 36, §§ 2 y 3). Esto llevó a que, desde antes de la reforma litúrgica de 1970, la Sede Apostólica permitiera el uso de la lengua vernácula en todas las celebraciones con participación del pueblo (Instrucción General del Misal Romano, nr. 12). Esta generalización no impide que se reconozca la legitimidad y eficacia del sagrado rito celebrado en latín, al punto que los padres conciliares insistían especialmente en que se debía procurar «que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde» (Constitución Sacrosanctum concilium, nr. 54).
Más recientemente, el Papa Benedicto XVI ha recomendado que, para expresar mejor la unidad y universalidad de la Iglesia, exceptuadas las lecturas, la homilía y la oración de los fieles, conviene que las grandes celebraciones sean dichas en latín; «y se ha de procurar que los mismos fieles conozcan las oraciones más comunes en latín y que canten en gregoriano algunas partes de la liturgia» (Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis, nr. 62).
Con ese fin, es conveniente conocer algunas reglas básicas sobre la pronunciación del latín eclesiástico, que desde la restauración ocurrida en el siglo XIX tiene una correspondencia fonética casi exacta con el italiano moderno.
· a, e, i, o, u: Se pronuncian igual que en español.
· æ, œ: Se emiten en un solo sonido y se pronuncian como una e.
· au, eu: Se pronuncian las dos vocales con su sonido propio, pero en una sola emisión de voz.
· qu, gu: La u que sigue a la q o a la g siempre es sonora, es decir, se pronuncia.
· c: La c delante de e, i, æ u œ se pronuncia como la ch castellana.
· g: Delante de una e o i tiene el mismo sonido que en francés (como una y suavizada) .
· h: Tiene el sonido de la k en el dativo mihi (=miki) y en el adverbio nihil (=nikil), con sus compuestos. En los demás casos, la h es muda.
· j: Es semiconsonante y debe oírse como la i en español, es decir, no se pronuncia con el sonido áspero al que estamos acostumbrados habitualmente.
· m: Hay que cuidar su dicción, para que no suene como n.
· t: Cuanto a la sílaba ti la precede y le sigue una vocal, suena como ts. En cambio, si la precede una s o una x, la t tiene el mismo sonido que en español.
· v: Se debe diferenciar de la b acercando el labio inferior al borde de los dientes.
· x: Delante de vocal equivale a una cs.
· z: Se pronuncia como la s suave, dejándose oír una t.
· dobles consonantes: No se simplifican, sino que se pronuncia la primera y a la mitad se pronuncia la segunda. Pero hay excepciones:
· cc: Cuando se encuentra la doble c delante de de e, i, æ u œ se pronuncia kch.
· ch: Tiene sonido de k.
· gn: Suena como la ñ española.
· ll: Se pronuncia como dos eles separadas.
· ph: Tiene el mismo sonido que la f española.
· ss: Igual que la s en español.
· sc: Delante de e y de i, tiene el mismo sonido que la ch francesa, la sh inglesa o la x catalana.
· th: Tiene el sonido de la t española.
· xc: Cuando preceden a las vocales e o i, la x suena como k y la c lo hace como la sc.
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